miércoles, 8 de marzo de 2017

Adaptación texto folclórico 1 - actividad 2

El sastrecillo valiente (Siete de un golpe) - cuento adaptado 1


Érase una vez un sastrecillo muy humilde que se ganaba la vida costurando. Siempre trabajaba cerca de la ventana ya que el sol le ponía de buen humor. Tenía una debilidad – pan con mermelada. Justamente se había preparado un par de rebanadas de pan para su merienda, pero, como era muy disciplinado, se propuso terminar el trabajo que tenía entre manos.
El pan olía muy bien, y atraía a muchos insectos. En menos de nada, tenía una invasión de moscas, que creían que se podían compartir del manjar.
- ¡Eh, ¿quién las invitó a ustedes!  -dijo el sastrecillo, tratando de espantar a tan indeseables huéspedes. Pero las moscas, que no entendían su idioma, lejos de hacerle caso, volvían a la carga en bandadas cada vez más numerosas. Por fin el sastrecillo perdió la paciencia, sacó un pedazo de paño del hueco que había bajo su mesa, y exclamando: "¡Esperen, que yo mismo voy a servirles!," y lanzó el paño sobre ellas, unas cuantas veces. Al final, se ve que había matado a veinte.

"¡De lo que soy capaz!," se dijo, admirado de su propia coraje -"La ciudad entera tendrá que enterarse de esto" y, de prisa y corriendo, el sastrecillo se cortó un cinturón a su medida, lo cosió y luego le bordó en grandes letras el siguiente letrero: SIETE DE UN GOLPE.

Pero estaba tan orgulloso de lo que había hecho, que decidió que no solo la ciudad, pero todo el mundo se tendría que enterar. Entonces, se tenía que preparar para el viaje y como no tenía nada más, se guardó un viejo queso en su bolsillo. Al abrir la puerta de la calle, vio un pájaro que estaba atrapado, y también se lo llevó en el bolsillo.

Empezó caminando montaña arriba, y vio un gigante sentado por ahí. Y le invitó a que fuera con él, a ver el mundo. Pero el gigante no estaba por la labor:
- ¡Quítate de mí vista, monigote, miserable criatura!
- ¿Ah, ¿sí?  -contestó el sastrecillo, y, quitándose la chaqueta, le enseñó el cinturón-bordado - ¡Aquí puedes leer qué clase de hombre soy!
El gigante leyó: SIETE DE UN GOLPE, y pensando que se tratara de hombres derribados por el sastre, empezó a tenerle un poco de respeto. Así mismo, decidió ponerlo a prueba con un par de retos. Agarró una piedra y la exprimió hasta sacarle unas gotas de agua.
- ¡A ver si lo haces -dijo-, ya que eres tan fuerte!
- ¿Nada más que eso? -contestó el sastrecillo-. ¡Es un juego de niños! Y metiendo la mano en el bolsillo sacó el queso, que parecía una piedra y lo apretó hasta sacarle todo el jugo.
- ¿Qué me dices? Un poquito mejor, ¿no te parece?

El gigante no supo qué contestar, y apenas podía creer que hiciera tal cosa aquel hombrecillo. Tomando entonces otra piedra, la arrojó tan alto que la vista apenas podía seguirla.
-Anda, hombrecillo, a ver si haces algo parecido.
-Un buen tiro -dijo el sastre-, aunque la piedra volvió a caer a tierra. Ahora verás -y sacando al pájaro del bolsillo, lo arrojó al aire, sin que el gigante pudiera mirarlo con atención. El pájaro, encantado con su libertad, voló rápido y se perdió de vista.
- ¿Qué te pareció este tiro, amigo? -preguntó el sastrecillo.
-Tirar, sabes -admitió el gigante-. Ahora veremos si puedes soportar alguna carga digna de este nombre-y llevando al sastrecillo hasta un inmenso roble que estaba derribado en el suelo, le dijo-: Ya que te las das de forzudo, ayúdame a sacar este árbol del bosque.
-Con gusto -respondió el sastrecillo-. Tú cárgate el tronco al hombro y yo me encargaré de las ramas, que son más pesadas.

 El sastrecillo se sentó sobre una rama, y el gigante, que no podía mirar hacia tras, tuvo de cargar también con él, para allá del árbol. Hasta que no pudo más y lo soltó.
- ¡Cuidado, que tengo que soltar el árbol! El sastre saltó ágilmente al suelo, sujetó el roble con los dos brazos, como si lo hubiese sostenido así todo el tiempo, y dijo:
- ¡Un grandullón como tú y ni siquiera eres capaz de cargar un árbol!
Siguieron andando y, al pasar junto a un cerezo, el gigante, echando mano a la copa, se la bajó para que el sastre pudiera coger las frutas, pero el sastre no pudo con las ramas y casi voló.
- ¿Qué es eso? ¿No tienes fuerza para sujetar esta ramita?
-No es que me haya faltado la fuerza -respondió el sastrecillo-  Es que salté por encima del árbol, porque he visto unos cazadores allá abajo disparando contra los matorrales. Y le contesta -
¡Haz tú lo mismo, si puedes!
El gigante lo intentó, pero se quedó colgando entre las ramas; de modo que también esta vez el sastrecillo se llevó la victoria. Dijo entonces el gigante:
-Ya que eres tan valiente, ven conmigo a nuestra casa y pasa la noche con nosotros. El sastrecillo aceptó la invitación y lo siguió. Cuando llegaron a la caverna, todos los gigantes estaban sentados junto al fuego, comiendo cordero asado.

El gigante le enseñó una cama y lo invitó a acostarse y dormir, pero la cama era muy grande y él se acurrucó en un rincón. Por la noche el gigante creía que el sastrecillo estaba dormido, y se levantó y, con un palo grande, le dio a la cama. Se fue a la cama tan contento.  Por la mañana ni se acordaba del sastre, hasta que empezó cantando de tan alegre que estaba. Los gigantes, que creían que el sastrecillo se había muerto, salieron corriendo, cada uno por su lado.
El sastrecillo prosiguió su camino. Tras mucho caminar, llegó al jardín de un palacio real, y como se sentía muy cansado, se echó a dormir sobre la hierba. Mientras estaba así durmiendo, se le acercaron varias personas, leyeron la inscripción: SIETE DE UN GOLPE.
- ¡Ah! -exclamaron-. ¿Qué hace aquí tan terrible hombre de guerra, ahora que estamos en paz? - ¡Será algún poderoso caballero!, pensaron y corrieran a avisar el rey, que quiso conocerle. El sastrecillo estaba encantado por ir a conocer al rey, pero los caballeros del rey temían que fuerte como era, les derrotara a todos ellos, y amenazaron con irse del palacio. El rey, que no quería perderlos, pero tampoco se atrevía a rechazar al sastrecillo, engendró una solución.  

Le encargó al sastre hacer que desaparecerán de su bosque dos gigantes que siempre estaban causando problemas y que amedrantaban a la gente. Si lograra hacerlo, recibiría una bolsa llena de oro, la mitad de su reino y sería nombrado caballero. Además, le dejaría 100 soldados para lo que necesitara.
"¡No está mal para un hombre como tú!" se dijo el sastrecillo. "Que a uno le ofrezcan una bolsa de oro, la mitad de un reino y ser nombrado caballero, no es cosa que no sucede todos los días." Así que contestó:
-Claro que acepto. Acabaré muy pronto con los dos gigantes. Y no me hacen falta los cien soldados. El que derriba a siete de un golpe no tiene por qué asustarse con dos.
Así, pues, el sastrecillo se puso en camino, seguido por los 100 soldados. Cuando llegó a las afueras del bosque, les dijo:
-Esperen aquí. Yo solo acabaré con los gigantes. Y de un salto entró en el bosque, donde empezó a buscar por todo el lado, hasta que descubrió a los dos gigantes, que estaban dormidos. El sastrecillo, escogió dos grandes piedras que guardó en los bolsillos y trepó al árbol donde haciendo puntería, las lanzó.  Los gigantes, al recibir cada uno un fuerte golpe con la piedra, despertaron echándose entre ellos las culpas de los golpes. Al final, los dos se arrancaron un árbol cada y se dieron uno al otro hasta que se quedaron los dos mal heridos.
Entonces bajó del árbol el sastrecillo, pensando
"¡Que suerte que no tocaron en el árbol en que yo estaba,"!
Enseguida se presentó donde estaban los soldados y les dijo:
-Se acabaron los gigantes, aunque ha sido duro. Se pusieron a arrancar árboles para defenderse.
- ¿Y no estás herido? -preguntaron los soldados.
-No piensen tal cosa -dijo el sastrecillo-. Ni siquiera, despeinado.

Los soldados no podían creerlo. Entraran con él en el bosque y allí encontraron a los dos gigantes malheridos y, a su alrededor, los árboles arrancados por la raíz.

El sastrecillo se presentó al rey para pedirle la recompensa ofrecida; pero el rey queriendo echarse atrás, maquinó otra manera de deshacerse del héroe.
-Antes de que recibas la bolsa de monedas de oro, la mitad de mi reino, y que te haga caballero, -le dijo-, tendrás que enfrentarte a otro reto. -Por el bosque corre un unicornio que hace grandes destrozos, y debes capturarlo primero.


El sastrecillo, contento, pensó que eso era aún más fácil que derribar a dos gigantes. Fue solo al bosque y lo encontró. El unicornio no estaba contento y quería usar su cuerno en el sastre.
Engañando al unicornio, hizo que atrapara su cuerno en el tronco y que quedara prisionero – le cortó el cuerno y se lo llevó al rey como prueba.
Pero el rey le exigió un tercer reto. Antes de que la mitad de su reino fuera suya, el sastrecillo tendría que cazar un feroz jabalí que rondaba por el bosque aterrorizando a todos. Y para ello, le dejaba sus mejores cazadores.
- ¡No faltaba más! -dijo el sastrecillo-. ¡Si es un juego de niños!
Dejó a los cazadores a la entrada del bosque, que se quedaron aliviados porque le temían al jabalí. El sastrecillo logró atrapar el animal en una capilla y llamó a los cazadores, para que fueran testigos de su valentía.
Al final, al rey no le ha quedado más que cumplir su promesa y le regaló una bolsa llena de monedas de oro, la mitad del reino, y le hizo caballero.
 Se celebraron fiestas con gran esplendor y alegría, y el sastrecillo valiente se transformó en un magnífico caballero.

* * *

 JUSTIFICACIÓN

La adaptación que he llevado a cabo del cuento folclórico de “El sastrecillo valiente (Siete de un golpe)”, de los hermanos Grimm, ha abarcado distintos niveles.
Antes de más, estamos ajustando el cuento para un público de 5/6 años, por lo que la idea de violencia gratuita, asesinar algún gigante por encargo o matar de una forma cruel a un unicornio no solo es traumático para un niño, es desnecesario – por ejemplo “… le cortó el cuerno de un hachazo y se lo llevó al rey…”. Así siendo, he cambiado un poco el vocabulario para que los hechos ocurrieran, pero dentro de un marco más suave. Eso ocurre en el encuentro con el unicornio, con el jabalí y con los dos gigantes. De tener en cuenta que es un periodo de la vida de los niños que la fantasía es algo importante, y vivido. Les encanta los superhéroes, el mundo imaginario que les permite “huir” de sus existencias y momentáneamente imaginar que…

En este sentido, y pensando en utilizar este texto de los hermanos Grimm, he intentado adecuar la historia, sin cambiar el esencial. Como comentado, he cambiado el vocabulario usado que me ha parecido más agresivo para este público. He alterado un poco el inicio, empezando con "erase una vez..." en vez de empezar con el texto, ya que le provoca al niño con la curiosidad de lo que viene después.
De igual forma, he resumido algunas partes del texto, que realmente no cambiaban el enredo, y los niños se iban a perder en tanto detalle – ejemplo, hay toda una acción nada más empezar el cuento, solo para contextualizar la mermelada que le gustaba al sastrecillo. La mermelada solo es importante porque al sastrecillo le gustaba y como dulce que era, atraía a las moscas, desencadenando en el acto seguido del “acto heroico” del sastre, terminando con las mismas, que realmente es el inicio de la trama.

He alterado algunos detalles relativos a las recompensas que el rey promete al héroe – no me parece adecuado, hoy en día, transmitir a los niños la idea que alguien puede “ofrecer la mano de su hija en matrimonio” – es retrogrado, equivocado, y perpetua la idea de mujer como un objeto de que se puede disponer como moneda de cambio. He cambiado entonces la mano de su hija, por una bolsa de monedas de oro y el sastrecillo termina ascendido a caballero de la corte. He omitido la parte del diálogo de los gigantes, ya que realmente no añadía más que agresividad al texto.

El niño puede seguir vivenciando las emociones derivadas de las aventuras del sastrecillo, a la vez que es expuesto a la doble moral de lo que está bien o mal, en sus actuaciones. Un niño de 5 o 6 años ya es crítico de determinado sistema de valores que no coincida con el suyo – sabe lo que para él está bien o mal. Pero, como el sastrecillo al final ni es mala persona, como que se le perdona el engaño a lo largo del cuento. No obstante, el protagonista despertaba sentimientos perfectamente identificables en los otros (soldados de la corte, gigantes) por su arrogancia en cada una de sus hazañas.

El aprecio por uno mismo, independientemente de las características individuales de cada uno, es algo muy expuesto en este texto, en que el héroe, mediante su astucia, retroalimenta su autoconcepto y autoestima. A nivel emocional y de normas valorativas, es un texto rico en emociones, en contraste de valores, jugando con las ideas preconcebidas que los gigantes ganan siempre porque son fuertes, por ejemplo.

Curiosamente, el cuento empieza contando que el sastrecillo vivía en la casa con sus hijos, y no se vuelve a mencionar a los hijos, por lo que he omitido esta información en el texto adaptado.
El final es correcto, el rey le da el premio prometido y se habrá creado un ambiente divertido por la maña del héroe, pero a la vez crítico con sus valores, porque realmente el niño entiende que todo ha empezado por una mentirilla. No obstante, servirá para que saquen ellos mismos ideas a aplicar o no en su experiencia personal - que hay que confiar en uno mismo, que la fuerza bruta no lo es todo - hay que pensar antes de actuar,
 De la experiencia que tengo, podría no ser el cuento más adecuado para contar a un niño, pero no se olvidaría de él, y se lo contaría por sus palabras, a su entorno más cercano.

WEBGRAFÍA.

http://www.csi-
csif.es/andalucia/modules/mod_ense/revista/pdf/Numero_17/ANTONIO_BLAZQUEZ_ORTIGOSA_1.pdf



http://www.scielo.org.ve/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S1316-49102008000400002
http://www.educativo.utalca.cl/medios/educativo/profesores/basica/emociones.pdf





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